LA GRAN PROMESA
Quiero que esta imagen sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua. Ese día los sacerdotes han de hablar sobre Mi misericordia infinita. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramaré un océano de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. Que ningún alma tema acercarse a Mí. Diario de Santa Faustina.
El Papa Juan Pablo II estableció (13 de junio de 2002) que el Domingo de la Misericordia Divina se enriquezca con la indulgencia plenaria.
DECRETO SOBRE LAS INDULGENCIAS RECIBIDAS EN LA FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA.
Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti"). Se concede la indulgencia parcial al fiel que, al menos con corazón contrito, eleve al Señor Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas legítimamente aprobadas.
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Además, los navegantes, que cumplen su deber en la inmensa extensión del mar; los innumerables hermanos a quienes los desastres de la guerra, las vicisitudes políticas, la inclemencia de los lugares y otras causas parecidas han alejado de su patria; los enfermos y quienes les asisten, y todos los que por justa causa no pueden abandonar su casa o desempañan una actividad impostergable en beneficio de la comunidad, podrán conseguir la indulgencia plenaria en el domingo de la Misericordia divina si con total rechazo de cualquier pecado, como se ha dicho antes, y con la intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones habituales, rezan, frente a una piadosa imagen de nuestro Señor Jesús misericordioso, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti").
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Si ni siquiera eso se pudiera hacer, en ese mismo día podrán obtener la indulgencia plenaria los que se unan con la intención a los que realizan del modo ordinario la obra prescrita para la indulgencia y ofrecen a Dios misericordioso una oración y a la vez los sufrimientos de su enfermedad y las molestias de su vida, teniendo también ellos el prepósito de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones prescritas para lucrar la indulgencia plenaria.
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Los sacerdotes que desempañan el ministerio pastoral, sobre todo los párrocos, informen oportunamente a sus fieles acerca de esta saludable disposición de la Iglesia, préstense con espíritu pronto y generoso a escuchar sus confesiones, y en el domingo de la Misericordia divina, después de la celebración de la santa misa o de las vísperas, o durante un acto de piedad en honor de la Misericordia divina, dirijan, con la dignidad propia del rito, el rezo de las oraciones antes indicadas; por último, dado que son "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5, 7), al impartir la catequesis impulsen a los fieles a hacer con la mayor frecuencia posible obras de caridad o de misericordia, siguiendo el ejemplo y el mandato de Jesucristo, como se indica en la segunda concesión general del "Enchiridion Indulgentiarum".
Este decreto tiene vigor perpetuo. No obstante cualquier disposición contraria.
Dado en Roma, en la sede de la Penitenciaría apostólica, 29 de junio de 2002.
Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles.
Luigi DE MAGISTRIS
Arzobispo titular de Nova Pro-penitenciario mayor
Gianfranco GIROTTI, o.f.m. conv. Regente
PREGUNTAS FRECUENTES
¿Qué es la indulgencia?
Todo pecado por más pequeño que sea ofende a Dios y esa ofensa requiere reparación. La confesión sacramental borra la culpa del pecado que nos excluye del Reino de Dios, pero no la pena temporal que cada pecado nuestro debe reparar ante la justicia divina. Lo que no se logre reparar en vida se debe reparar en el Purgatorio si el alma muere en gracia de Dios. La indulgencia, es pues, un regalo excepcional de la Misericordia Divina, tanto que si el mismo día se nos pide el alma, iríamos directo al Paraíso, más no es fácil lucrar una indulgencia plenaria. Ver última pregunta.
¿Cuándo hacer la confesión sacramental?
Se requiere estar en estado de gracia para poder obtener la indulgencia. La confesión sacramental puede realizarse semanas antes (reciente) o el mismo día que se concede la indulgencia.
¿Cuándo hacer la comunión sacramental?
Es obligatoria la comunión sacramental el mismo día que se concede la indulgencia. Requiere obligatoriamente el estado de gracia.
¿Cuales oraciones rezar por las intenciones del Sumo Pontífice?
Se exige rezar delante de Jesús Sacramentado expuesto o en el sagrario el Padrenuestro, el Credo y la invocación "Jesús misericordioso, confió en ti". La práctica más usual es el rezo de un Padrenuestro, un Avemaría, el Credo, el Gloria y la invocación "Jesús misericordioso, confió en ti".
¿Dónde puedo obtener la indulgencia plenaria?
En cualquier iglesia católica.
¿Puedo aplicar la indulgencia por las almas de los difuntos o a otra alma viva en la tierra?
No. Esta indulgencia se aplica sólo a sí mismo.
¿Debo participar a la Santa Misa del Día de la Divina Misericordia?
Sí. Se debe participar ese día a la Santa Misa y a todo acto de culto que se le rinda a la Divina Misericordia.
¿Es fácil lucrar la indulgencia plenaria?
No. Se requiere que las personas además de estar en estado de gracia, tengan la disposición interior de un desapego total del pecado, incluso venial, es decir, detestar, aborrecer todo pecado y no sentir deseos de cometerlos ni aún mentalmente; de rechazarlos con firmeza ante cualquier tentación.
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